Hoy, sin saber a cuento de que, he retomado (Tampoco retomado, sino que me estoy volviendo a ver) el dorama de Hana Yori Dango ("No me lo digas con flores"). Cada vez que suena Planetarium me acuerdo de ti y se me ponen ojirris. Cada vez que veo a Doumyouji pienso en ti, aunque realmente no teneis nada en común ni física ni psicológicamente, pero a veces él es tan tierno... Cuando sale una escena entre Makino y el susodicho Doumyouji me acuerdo de nosotros, de todo el tiempo de silencio y disimulo y de todas las veces que nos callamos. Nuestra historia tiene tintes de anime shojo, en los que los protagonistas tardan mil en darse cuenta de lo que sienten, de lo que siente el otro, eso sí, nosotros no perdemos el tiempo, bastante lo perdimos ya en su día; y es que, ya sé que lo he dicho muchas veces, pero que tontos, que ciegos; por suerte, ambos abrimos los ojos a tiempo, y ahora todo es perfecto. En fin, que ver un dorama se está convirtiendo en un deporte de riesgo porque no hago más que pensar en ti, lo que hace que aún tenga más ganas de verte, que a su vez produce que las agujas del reloj se muevan a cámara lenta. Los días van en mi contra.
¿Sabes que es lo bueno de los shojos? Que siempre acaban bien.
Por otro lado, hoy estoy realmente impaciente, ansiosa, con prisa, inquieta, nerviosa, desesperada, tensa, hiperactiva, con el corazón a mil, respiro, intranquila, espero poder dormir. Te necesito aquí. Mañana, por favor, no te retrases ni un día más. Necesito poder verte, tocarte, saber que estás a una serie de paradas de mí. Me da igual que el avión se retrase, que llegues más tarde, me da igual cualquier impedimento o giro en los acontecimientos. Te necesito como nunca había necesitado a alguien. Te espero mañana. Te quiero mucho.
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